Los pueblos originarios y las ofrendas a los difuntos

Historia
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La celebración que conocemos actualmente como parte del Día de Muertos, es el resultado de la fusión de la cultura indígena y la europea, por lo que en estos ritos y ofrendas encontramos representación de ambas, como las figuras religiosas, así como los elementos de la naturaleza: tierra (madre), agua (vida), y fuego (calor). 

Otomíes, nahuas y mazahuas, pueblos asentados en el Estado de México, aún conservan estas tradiciones, en las que tradicionalmente la persona de mayor edad es la encargada de poner la ofrenda, pues es quien tiene mayor rango.

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Las ofrendas de los otomíes o hñähñu, las encontramos en 21 municipios donde se concentra su población, ubicada principalmente en el Valle de Toluca.

Siendo  desde el 29 de septiembre, día de San Miguel, cuando se inicia la colocación de altares, los cuales son dedicados a los niños pequeños. Mientras que el 29 de octubre es para aquellos bebés que no nacieron y para las almas en pena y sin hogar.

Finalmente el día 2 de noviembre se recoge la ofrenda, y la fruta y pan colocados se comparten con la familia y los amigos.

Por su parte los mazahuas, quienes habitan la zona noroeste del estado, en lugares como Valle de Bravo y Temascalcingo,  al medio día del 27 de octubre inician los festejos con la quema de copal y la puesta de alimentos justo cuando el sol se encuentra en el cenit.

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El día 30, las familias acuden a la iglesia con una fotografía de sus miembros muertos para orar por su eterno descanso y se coloca la ofrenda de quienes murieron en algún accidente.

Al siguiente día, la persona mayor de la casa purifica el lugar donde se colocará la ofrenda de los bautizados y no pecadores, además la familia acude al panteón con música tradicional y cuetes. Mientras que el 1 de noviembre, se coloca el desayuno para las almas y por la noche se realiza un ritual para atraerlas.

Para el “pueblo que habla con claridad”, también conocido como nahua, el 29 de octubre inicia la llegada de las almas de los niños accidentados, a quienes se les dedica una ofrenda que incluye un mantel blanco bordado, un arco en forma de media luna elaborado con ramas de árbol y adornado con flores blancas, miel de abeja, juguetes, ropa para el frío, así como platillos en miniatura.

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El día 30 se dedica a los no bautizados y el 31 a los que sí lo fueron. En la iglesia, la campana repica a las 12 y a las 19 horas, momentos en los que las almas llegan y se van de las casas, donde se enciende el sahumerio con copal.

Mientras que el día 1 de noviembre, se reciben a las almas de los adultos, con las ofrendas, siendo el siguiente día cuando las familias las acompañan al cementerio, donde limpian y enfloran su última morada.

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Todas estas ofrendas son hermosas y llenas de simbolismo, por eso la tradición de Día de Muertos fue considerada como Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO (2003). ¿Cómo es la tuya?

*Este artículo apareció en la revista impresa REGIÓN MX® No. 117, en octubre del 2019