México en la Renegociación del TLCAN: ¿Tan cerca de Canadá, y cada vez más lejos de Estados Unidos?

Columnistas
Typography

En octubre de 2017, las rondas de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se encontraban en punto muerto. El Congreso estadounidense se encontraba enfocado en la reforma fiscal y la política inmigratoria, mientras que los partidos demócrata y republicano estaban crecientemente (pre)ocupados por las elecciones intermediadas de noviembre de 2018 –cada vez más cercanas.

En tal momento, el gobierno de EEUU parecía estar dispuesto a abandonar las negociaciones, no sólo por la convicción y retórica anti-libre comercio del jefe del Ejecutivo, el presidente Donald J. Trump, sino por la desatención del poder legislativo a las negociaciones. Al mismo tiempo, los negociadores canadienses y mexicanos, para quienes Estados Unidos (EU) constituye aún su socio comercial más importante en el mundo, y cuyas economías dependen en gran medida de su comercio con ese país, estimaron que el TLCAN podría desaparecer.

La aprehensión de los gobiernos canadiense y mexicano dio paso rápidamente a la acción. Ambos gobiernos se volcaron de lleno a una campaña de presión que remarcó los beneficios del libre comercio en América del Norte, el mantenimiento del TLCAN como base del bienestar económico en la región, y los daños que genera el nacionalismo económico estadounidense en el mundo. A principios de año, Canadá abrió un caso contra los EEUU ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), por uso de impuestos a la importación como medida para proteger las industrias domésticas. Al mismo tiempo, altos oficiales del gobierno mexicano, incluyendo al Jefe de Comercio Internacional de la Secretaría de Agricultura, advirtieron públicamente que México estaba dispuestos a abandonar la mesa de negociaciones si los EEUU intentaban abandonar el TLCAN.

Al llevar a cabo estas acciones, sin embargo, los dos países mantuvieron las mismas dinámicas que han caracterizado sus relaciones bilaterales, tanto entre ambos, como con Estados Unidos. Esto es, los dos países realizaron acciones y emitieron declaraciones paralelas, con objetivos similares, pero orientadas casi exclusivamente a audiencias estadounidenses. Y es que, casi desde sus inicios, las relaciones trilaterales entre los países norteamericanos se han caracterizado por su naturaleza bilateral dual. En ésta dinámica, Canadá y México mantienen relaciones diplomáticas, políticas, comerciales y socioculturales estrechas e intensas, pero asimétricas, con su vecino común. Desafortunadamente, esto juega en contra de México, quien se ve permanentemente desfavorecido.

Por ejemplo, la promoción de la inversión extranjera directa entre los países norteamericanos es comúnmente resaltada como uno de los grandes beneficios del TLCAN. Esto es un hecho incuestionable. Entre otros logros, el TLCAN ha promovido y permitido que los flujos de inversión extranjera directa desde EU a sus vecinos en América del Norte, se haya quintuplicado en menos de 25 años. Sin embargo, los países socios comenzaron desde posiciones diametralmente distintas. En 1994, cuando el TLCAN entró en vigor, las empresas estadounidenses invertían alrededor de 75 mil millones de dólares en Canadá y 17 mil millones en México. Cierto, el valor de las inversiones estadounidenses directas en Canadá ha crecido al mismo ritmo que aquellas realizadas en México. Pero esto implica, que mientas las inversiones estadounidenses directas en Canadá alcanzaron casi los 365 mil millones de dólares estadounidenses (hacia finales de 2016), la cifra comparable en México sólo alcanza los 88 mil millones.

Hasta la llegada de Trump a la presidencia estadounidense, EU era el pivote de las relaciones trilaterales. Como candidato, y ahora presidente, Trump ha puesto dicha posición en entredicho. Sin la participación de EU, Norteamérica existe sólo en términos geográficos y socioculturales, pero no económicos ni políticos. Sin embargo, el desafío de Trump también ha generado un cambio positivo: el cuestionamiento de la dinámica bilateral dual. Cuando los gobiernos canadiense y mexicano reaccionaron inicialmente a este desafío, continuaron las mismas dinámicas que los llevaron a enfrentar este problema: dividieron sus esfuerzos y no divisaron los beneficios de crear un frente común para defender y mejorar el TLCAN.

Sin embargo, cuando dicha táctica pareció no dar resultados, los países cambiaron de estrategia. Ésta semana, el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, se comunicó con el presidente Enrique Peña Nieto, y en su diálogo, reiteraron su convicción y compromiso de trabajar conjuntamente por un Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que beneficie a los tres países. Asimismo, los mandatarios reconocieron y señalaron la necesidad de estrechar su relación bilateral directa –por ende, sin EU de por medio– y trabajar de manera cada vez más cercana en “los principales temas bilaterales, regionales y globales”, incluyendo un sistema de libre comercio en América del Norte y a nivel global, que no dependa de la posición y hegemonía comercial y económica de EU. La creación del Tratado Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico, es un primer paso en esa dirección.

Ciertamente, la retórica y posición de EU en la renegociación del TLCAN ha alejado a México del que fuera su socio más importante. Pero, paradójicamente, lo ha acercado más a su renovado socio, Canadá.

 

BLOG COMMENTS POWERED BY DISQUS